12 enero, 2018

El Porvenir de la emoción ( Libro TEMAS)

Por Laura Feinsilber

La palabra emoción viene del latín emotῖo: movimiento o impulso, “Aquello que se mueve hacia”, es un estado que sobreviene súbita y bruscamente en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras.

Según Maurice Merleau Ponty, hay una conciencia emocional que es atravesada por la encarnación, ya que cuerpo, sensaciones, sentimientos, no son fenómenos aislados sino instancias intrincadas, variaciones de la existencia corporal y desafían las separaciones y categorías de la ontología que la ha precedido.

La emoción en las artes visuales es un tema que abordo habitualmente desde la esfera del periodismo, a veces, con alguna profundidad y otras, periféricamente, a causa del tirano espacio de una columna.

He tratado de acercarme a casi todos sus ismos, a la contemporaneidad angustiante, muchas veces a través de las impresiones que puede dejar la lectura de un poema, la escena de una película, un escritor al que se vuelve o al que se descubre, un soneto de Shakespeare, la intensidad con la que súbitamente recordamos un aroma de la infancia, la visión de un paisaje, un momento de un viaje, la asociación de ideas que provoca un pasaje musical.

Todo esto y quizás más aparezca en esta suerte de inventario, recuerdos, cabalgata, divagaciones, sobre lo emocional, hoy.

Emoción, una palabra degradada en el lenguaje visual debido al vacío de la imagen que, como señala Jean Baudrillard  “Ya no existe siquiera la posibilidad de una mirada: aquello ya ni siquiera suscita una mirada porque,  simplemente, ya no nos concierne. Si ya no nos concierne, nos deja completamente indiferentes”.

Cuando comencé mi abordaje sobre las artes visuales, la labor de los artistas que me despertaban inquietud, estaba -gracias a Fermín Fèvre quien me enseñó a leer a Nietzche – muy influenciada por ese pensamiento estremecedor, sobre todo, el referido al arte: “ Es aquí donde el ser más se transparenta” o “el arte debe comprenderse desde el artista al ser éste poseedor de la voluntad de poderío que da origen a la obra” o “El arte es el  acontecimiento fundamental de todo ente, la forma más elevada de la voluntad de poder”.

También aquello de que “El arte es el contramovimiento por excelencia contra el nihilismo y lo que proclama acerca de que la verdad es horrible, por eso está el arte, para proveer al hombre de la necesidad de ilusión que padece”.

Me conmovía pensar que el arte, verdadero “estímulo de la vida”, es el producto de un estado de embriaguez, propio de una excitación afectiva, es la “única posibilidad de vida”.

En cuanto al receptor, el placer de mirar consistía en la comprensión de los símbolos contenidos en las obras. La lista puede ser inmensa pero hay ejemplos imborrables cuya emoción hoy perdura. Entre ellos, la primera vez que ví el Guernica cuando aún se exhibía en el MOMA en Nueva York.

Se juntaron allí el mítico cuadro del siglo XX que más interpretaciones ha suscitado: la toma de conciencia del horror de la Guerra Civil Española y cualquier guerra que sea y que siempre admite otras lecturas, con la mística de una joven porteña y su primer viaje a la Gran Manzana.

En este derrotero emocional no está ausente la Gesamtkunstwerk, o sea la obra de arte total wagneriana, un Wagner adorado por Nietzche hasta que éste se convirtió en su detractor, cuya música provoca “una especie de locura, de culto, de compromiso irracional, un abandono que, entre otras cosas, elimina la facultad crítica”.

Baudelaire, que defendió a Wagner de la hostilidad del público y la crítica francesa, se dejó seducir por las armonías que expresan lo más profundo del corazón humano, por su música voluptuosa y sensual.

En esta lista de emociones imborrables está mi visita a la Madeleine de Vézelay donde comprobé lo que una pequeña guía señalaba: “un nombre que cautiva la imaginación antes de convertirse en una imagen que maravilla la mirada y conmueve el corazón” y cuyo misterio reside en la afirmación de San Agustín: “La construcción de piedra donde la iglesia convoca a sus hijos para rendir gloria a Dios es la prefiguración del Templo eterno de la Jerusalem del Cielo”.

Pero no nos quedamos en el románico ni en el medioevo.

Tadao Ando nacido en 1941 en Osaka, Premio Pritzker (1995) que a los 20 años se ganaba la vida como boxeador y cuyas obras también tienen el ADN de las iglesias góticas, señala que una arquitectura es esencialmente el acto de crear un espacio donde la gente se reúne para hablar y compartir sus emociones para lo que buscó dar con una luz que transmita esperanza. Para Ando “la luz es la puerta de entrada a todo entendimiento”.

La primera obra que ví  de este famoso arquitecto fue el Museo de Arte Moderno en Forth Worth  (Texas) cuyos pabellones parecen flotar sobre el agua y donde last but not least, las obras de Pistoletto, Kieffer, entre otras importantísimas de su colección permanente, dialogan con la arquitectura deslumbrante de Ando, también autor de la remodelación de la Punta de la Dogana, en Venecia, la Iglesia de la Luz en Osaka,  Benesse House Oval, en la isla de Naoshima en el Mar Interior de Japón.Podría citar ad infinitum las obras que me han emocionado. Por ejemplo, una muestra de Kandinsky y los miembros de  Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) con la tumultuosa música de fondo de Arnold Schoemberg; la perturbadora fotografía de 

Joel- Peter Witkin y los místicos videos de Bill Viola, ambos estadounidenses. Otros ejemplos: Francis Bacon que pintó la carne del hombre como si se expandiera fuera del cuerpo; la carga del contenido de una Louise Bourgeois, los films de la iraní Shirin Neshat, la inquietante pintura de Carlos Alonso cuyas controvertidas series constituyen en su conjunto una acusación permanente, la visceral escultura de Juan Carlos Distéfano, la trascendente espiritualidad de Roberto Aizenberg, artistas argentinos que dejan huella.

Pero llegaron los tiempos de: “el conjunto de trabajos de X, también sugiere una epigénesis de la abstracción, cada una de sus etapas ofrece una mayor y más exacta epifanía de la idea de abstracción como tal y la conciencia esencial, una conciencia que puede reconocer y operar con esencias”. Este es un ejemplo de cómo a partir de los 80 la crítica comenzó a escribir en términos tomados de la filosofía, la lingüística, la sociología, el sicoanálisis, dejando de lado, en muchos casos, el encuentro con la obra de manera vivencial y encubriendo su percepción emocional, en el caso de que la tuviera.

Una verdadera perlita de lenguaje inaccesible que se arrojó al público provocando su desconcierto. Se comprobó que la crítica había olvidado su función, la de servir, facilitando la comprensión y revelando la complejidad y sutileza de la obra de arte, según lo manifestó George Steiner.

Vinieron los cambios necesarios ya que el arte se renueva. Existe un período de 20 a 30 años que corresponde a los que ciertos autores llaman “cansancio estético” que, al momento de escribir estas líneas debe haberse reducido considerablemente.

Porque ¿cómo hablar de lo permanente en el arte, teoría muy extendida, en un mundo en constante transformación? El arte nunca es idéntico a lo que fue, definitivamente no se puede volver al arte griego.

Se pensó entonces en redescubrir la expresión de las emociones. Nietzche también dijo que el arte es un pensamiento a través de la emoción porque éste toca todo el ser.

Concepto muy difícil de encontrar en las imágenes de una heladera plastificada, el fragmento de algún coche chocado, un oso sentado en una tina de latón con una radio portátil en la boca o una recientemente premiada bicicleta que si no hay alguien que la impulse para que el coprotagonista realice piezas de cerámica, es la nada misma, en realidad, es una bicicleta. Y sabemos cómo se difundió aquello de que todo puede ser una obra de arte o que un artista puede convertir todo en una obra de arte. El problema radica en distinguir una obra de arte de un objeto común.

No debe descartarse la posibilidad de encontrar valores sensibles en una obra que nos llega por la emoción. Y un hecho fundamental, querer volver a verla, ¿es esto posible actualmente?

En tiempos de un mundo que se ha “bienalizado”, se calcula que se realizan alrededor de 30 en todo el mundo, sin contar trienales, Documentas, ferias, una proliferación que despierta, aparte del jet-lag, una cierta angustia porque, para decirlo coloquialmente, “si no estuviste en tal o cual bienal, no existís”.

Un sistema pleno de acontecimientos artísticos en los que figuran artistas de países difíciles de ubicar en el mapa, que tiene que ver con las promociones culturales locales, el mercado, las identidades emergentes relacionadas con factores más allá de la estética, con curadores internacionales que ignoran la experiencia esencial de ver arte.

El deseo de tener una bienal revela la intención de ser considerada una región de cultura que está al día; en países cuyas políticas y economías son controvertidas, la bienal les provee el sentido virtual de formar parte de un mundo conectado tecnológicamente.

No había llegado todavía el fin de las utopías, el del complot del arte, el del abuso de la belleza, el de la pregunta, ¿para qué sirven las artes?; el de la hegemonía del mercado, de expresiones como arte alto o arte bajo y un sinfín de etcéteras que han contaminado nuestra percepción y por qué no, también ampliado.

Se asiste a cambios radicales en la concepción de la vida, el significado de la existencia, a redefiniciones en cuanto a la sexualidad, la reproducción, la igualdad, la democracia, la percepción de  nuestra identidad.

Y uno de los conceptos que ha cambiado radicalmente es el de lo permanente en el arte, precisamente en un mundo en constante transformación debido a la nueva cultura que provee la tecnología, de alcances insospechados ya que el futuro está monopolizado por la innovación técnica y cuyo poder está en manos de grandes formadores de opinión: Apple,  Google, Facebook… 

Una nueva cultura que avanza a pasos agigantados en esta comunidad global de usuarios de Internet de carácter híbrido, pero como no lo puede lograr otra disciplina desde ningún otro abordaje, nos muestra los grandes temas contemporáneos en los que la humanidad está involucrada: la inmigración, la ecología, el racismo, la cuestión de género, las diferencias sociales, la miseria, por sólo nombrar algunos de los temas candentes que pueden traducirse en un “activismo artístico”. Según Boris Groys “esto politiza el arte, lo utiliza como diseño político, como herramienta en la lucha política de nuestra época”.

¿Se puede ser optimista o corresponde ser pesimista? Me inclino por lo primero, mientras haya gente que reflexione, que ponga en cuestión el sistema social o su propio sistema de pensamiento; sólo así podrá sobrevivir la emoción a la que me refiero en este trabajo.

Allí donde sólo el cambio es permanente el hombre busca incesantemente otra verdad; el encuentro con la obra de arte siempre puede ser vivencial, es decir, abierto a la posibilidad de una percepción subjetiva por más fugaz que ésta sea.

William Faulkner dijo “En la última roca inútil y enhiesta, en la roja agonía del último atardecer, se escuchará la débil, inagotable voz del hombre, hablando todavía”. 

Bibliografía

Merleau Ponty: “Fenomenología de la Percepción”. Edición Península, Barcelona

Jean Baudrillard: “El Complot del Arte”.  Amorrortu / editores

Martín Heidegger  : “Cinco proposiciones sobre el arte. Escritos sobre Nietzche.”

George Steiner “Presencias Reales”. Destino Editorial, Barcelona.

Boris Groys: “Volverse Público”. Caja Negra Editora.

Boris Groys: “Introducción a la Antifilosofía”. Eterna Cadencia.

Boris Groys: “Arte en Flujo”. Caja Negra Editora

William Faulkner : De su discurso de aceptación del Premio Nobel  (1949)