30 julio, 2018

Horacio Butler en el Museo Sívori

Por Laura Feinsilber

“Viaje, modernidad, paisaje”, muestra dedicada a Horacio Butler (1897-1983)curada por Malena Babino que se exhibe en el Museo Sívori, tiene como antecedente la  dedicada al Grupo de París que la citada historiadora del arte  organizara en dicho Museo en 2014.

Estos “muchachos de París” allí instalados, eran Víctor Pisarro,    Alberto Morera, Pablo Domínguez Neira, Raquel Forner, Juan del Prete y también Héctor Basaldúa, Aquiles Badi, Alfredo Bigatti, Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo quienes regresan a la Argentina  en la década del 30, influidos por las tendencias europeas y que renuevan el ambiente artístico local.

Es en este contexto que debe analizarse la muestra de Horacio Butler que en ocasión de la primera exposición colectiva del grupo en Buenos Aires en  1928—aunque en París–  enviaban sus obras y organizaban muestras, señaló que el público y la crítica los acusaban de “hacer lo mismo”, “que nos parecíamos como gotas de agua” y “que éramos unos revolucionarios disolventes”.

¿Qué hacían? Aparte de compartir experiencias, viajes, el viaje a Europa era de rigor, su aprendizaje en lo de André Lhote y Othon Friesz,  talleres, proyectos, estaban influenciados por el postcubismo y el postexpresionismo. No obstante sus diferencias ideológicas, Malena Babino señala que los aglutina un espíritu de época que se relaciona con el retorno a la figuración de gran parte de los artistas europeos producido durante el período de entreguerras y la vinculación del arte con el tiempo contemporáneo.

Es en este contexto que debe verse esta muestra que abarca 50 años de trayectoria.

Una atenta observación propone una convivencia entre la abstracción y la figuración, un humanismo en los temas que aborda, su amor por el oficio, una combinación de equilibrio, nunca un desborde, aparece el arabesco,  y aunque hoy se vean algo estáticos, la línea sólida se entremezcla con un cromatismo muy trabajado.

 

En el libro “Butler- Conversaciones con Esther Vázquez”,  el artista explica cómo la transposición del color fue una de sus obsesiones para evitar caer en la monotonía de los verdes del Delta  En estas Conversaciones, Butler destaca a Cézanne como el gran maestro de su generación ya que sus enseñanzas eran la etapa obligada entre el postimpresionismo y la construcción. En el museo de Bremen, se exponían dos cuadros de Cézanne que fueron su alimento espiritual durante un largo tiempo.  

En varios de los cuadros expuestos también  se ve la influencia del cubismo que Butler vió en los museos de Bremen y Hamburgo, su experiencia de casi un año en la colonia artística alemana de Worspswede donde se conecta con el expresionismo y la influencia del poeta Rainer María Rilke, los momentos estivales pasados en el midi francés, un ejemplo: “Paisaje de Sanary”.

También se ven el contraste de luz y sombra: “recuerdo una mañana al llegar a Marsella después de haber pasado algunos años en París. La vegetación de los árboles de la calle proyectaba sombras  definidas sobre la vereda. Esa luz era una luz argentina”. Eduardo  Gonzáles Lanuza da cuenta de esto cuando dice que “en sus cuadros hay una particularísima luz argentina, imprecisa y verdadera que se expresa en una estática nostalgia”.

En 1934 alquila una casa-taller en el Tigre. Fue calificado como “el pintor del Tigre” por su enamoramiento del paisaje del Delta que en realidad era un poético modo de retornar al añorado mundo de su infancia, por ello menciona que Matisse, Picasso, al final de sus vidas, pintaban como niños.

Fue autor de escenografías  como por ejemplo, “Estancia” con música de Alberto Ginastera a pedido del American Ballet de Nueva York, realiza por pedido del Sodre de Montevideo  los decorados y trajes de “La zapatera prodigiosa” de Juan José Castro y de “Proserpina y el extranjero”, también de Juan José Castro que se dio en la Scala de Milán.

Artista polifacético, es autor de ilustraciones, de tapices , no debe dejar de verse el que se encuentra en la Iglesia de San Francisco, 12 metros de alto por 8 de ancho, pintó la figura humana, la naturaleza muerta, el retrato, temas religiosos . Escribió “La pintura y mi tiempo” (1966), “Las personas y los años”(1973), la novela Francisco (1978).

Esta exposición en el Museo Sívori que cierra el 23 de septiembre,  se complementa con la del MAT, (Museo Arte Tigre),  donde se exhiben tapices y obra gráfica que cuenta también  con la curaduría de Malena Babino.

 

Publicado en Ambito Financiero