Año 2011

Gabriel Valansi

 

Algunos datos acerca de Gabriel Valansi, nacido en Buenos Aires en 1959: fotógrafo de formación, ha cursado estudios de física e ingeniería. En 2003 la Asociación Argentina de Críticos de Arte lo nominó el “Artista del Año” y su muestra “Abstract” realizada en el Museo de Arte Moderno, la mejor de 2004 .

Sobre este trabajo destacamos entonces el nuevo concepto de identidad , imágenes de prueba de los sistemas de seguimiento y detección de las personas obtenidas en los laboratorios donde se desarrollan dichos sistemas. El rostro del individuo queda desdibujado, disperso, nos alerta cómo nuestra identidad puede ser reformulada y así ser convertidos en “el enemigo”. Completaba la muestra una instalación tridimensional de un avión B52 cuyos fragmentos están suspendidos en el aire. Una obra aterradora, sin embargo, bella y fascinante.

Entre sus exposiciones individuales, realizó “Zeitgeist” (2000) que remitía al concepto del espíritu de una época signada por guerras en las cuales cada vez los seres humanos ya no eran tan importantes. Asiste todos los años a “Les Rencontres D´Arles , (Francia) que reúne a los más importantes fotógrafos del mundo.

En 1984 ganó el Segundo Premio del Concurso Internacional Nikon, en 1985 fue Gran Premio de Honor “Parisiennes en las Artes” sobre textos de Jorge Luis Borges. En 2001 le fue otorgado el Premio Mención en el Salón de Artes Visuales Banco de la Nación Argentina y en 2002 fue Premio Chandon ArteBA . Sus obras integran colecciones públicas y privadas.

“Babel” que se exhibe actualmente en el Espacio de Arte en la Torre del Edificio de YPF en Puerto Madero es una obra trascendente que bien podría ser orgullosamente presentada por la Argentina en bienales internacionales.

El título tomado del génesis: “tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras…” “edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo…” “y descendió Dios para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres…” “y dijo Dios….”nada les hará desistir de lo que han pensado hacer…” “descendamos y confundamos allí su lengua…”

Proféticas palabras que dieron origen a la confusión., la incomprensión y al caos.

Nada más acertado que el entorno de la arquitectura de César Pelli para esta instalación de Valansi. A través de los vidrios se ven jardines, la abigarrada ciudad a lo lejos, en fin, una torre que no llega al cielo pero lo intenta como mucha de la arquitectura corporativa que hace alarde de poderío.

Adentro, Valansi presenta el caos, un hallazgo arqueológico que se encontrará en el futuro: estructuras y elementos de grandes dimensiones en aluminio que, por un lado, remite al Monumento a la III Internacional del famoso escultor ruso constructivista Vladimir Tatlin (1885-1956), proyecto optimista y utópico de 1919 que tendría 400m de alto nunca materializado, y por el otro a una estructura de cartel publicitario que se ha derrumbado.

No pudimos dejar de asociar esa visión a los aceros retorcidos de los restos de las Torres Gemelas que en contraste con la bella arquitectura de Pelli produce un estremecimiento.

Siguiendo la curva del lobby se llega a una pasarela desde donde se ve una ciudad fantasmal, restos de una guerra nuclear, conformada por miles de plaquetas madre de computadoras, negras, símbolo de esa babel de lenguas que se entrecruzan segundo a segundo en nuestro planeta y que responde al pensamiento crítico del artista acerca de nuestra civilización y nuestra barbarie, temas de su iconografía.

Pero hay más todavía que quita la respiración. Desde el otro extremo de la pasarela, un basural de teclas por las que seguramente se han “cliqueado” mensajes de amor y odio, intrigas, delaciones, lenguajes codificados, ideas trascendentes, poesía, frustraciones, banalidades, proyectos realizados, el hombre definitivamente subordinado a la tecnología que también segundo a segundo, queda obsoleta y cuyo alcance futuro es inimaginable.

Insistimos, una muestra de nivel internacional por un artista comprometido con la idea de que el arte no es una actividad exclusivamente estética.

Publicado en Ambito Financierto 6/1


Premio “Alberto J Trabucco” C.C. Recoleta

 

La edición 2011 del Premio “Alberto J Trabucco” correspondiente a las disciplinas Dibujo y Pintura se exhibe en el Centro Cultural Recoleta.

Este certamen que convoca a los artistas por rigurosa invitación es de gran trascendencia nacional y su jurado está compuesto por la totalidad de los miembros de la academia Nacional de Bellas artes.

Los artistas elegidos tienen una vasta trayectoria,han sido merecedores de otros grandes premios nacionales e internacionales y presentan tres obras cada uno.

DIBUJO

Sobresale el mundo fantástico de Ladislao Kelity (Hungría, 1944), un gran maestro del grafito cuya imaginería proviene de su infancia transcurrida en la provincia de Misiones.”La pecera del Sr. Muybridge”, “Los animales en movimiento del Sr Muybridge, “Los insectos del Sr Muybridge”, grafito sobre tela, tres excelentes obras de línea sutil, importante juego de claroscuro, composición inquietante que, a veces, bordea lo perverso.

Fabián Attila (Buenos Aires, 1961) presenta “Desfile I, II, III” de la serie Vanidades. Un trabajo de gran calidad formal en cinta y acrílico, medio con el que logra imágenes muy elaboradas, recordamos su visión del Puente Pueyrredón en un Premio UADE. En esta ocasión sobre un fondo negro, ominoso, se recortan los esqueletos que remiten a las sombrías Vanitas del siglo XVII, que ante la certeza de la muerte, reflejaban la inutilidad de los placeres mundanos.

Los blancos espacios de Elena Nievas (Buenos Aires, 1967) enceguecen. Contra el blanco o en el blanco se perciben fragmentos de paisajes en una vibrante línea en acrílico negro que se interrumpe constantemente. Se podría pensar en el zigzagueante esquiador que esquiva los obstáculos.

Inés Bancalari (Buenos Aires, 1946), recurre al puro estilo lineal en figuras femeninas clásicas, sentadas, de espaldas, sobre una banqueta, dibujo que desciende de esas bañistas picassianas neoclásicas de los 20. La figura que refleja una gran calma, trazo largo, seguro, la postura sólida, sólo algunas líneas esquemáticos que enfatizan la posición del cuerpo.

Marcelo Boullosa (Buenos Aires, 1956): no se puede pasar de largo ante la obra de este artista que no ha dejado el más mínimo resquicio en el soporte cubierto por una caligrafía –no podríamos llamarla de otra manera—obsesiva.

Después de una atenta observación se captan movimientos circulares, ondulantes, el ojo queda atrapado en esa red infinita que como un fluir de la conciencia, Boullosa logra, creemos, sin levantar la mano de la tela. “Bam- Bam I, II, III”, títulos de sus obras en acrílico, madera y tinta sobre tela.

De carácter teatral son “Nocturno en el cine Hopper”, “Nocturno en el puente”, “nocturno en la ciudad” carbón y pintura acrílica sobre tela, protección resina poliéster) de Inés Vega (Buenos Aires, 1950) Oscila entre el realismo de la figura humana y aquel que obra como fondo: escaleras, cortinados recogidos, butacas, lámparas, adornos en situaciones oníricas que siempre descolocan al contemplador ante lo anticonvencional, una característica de una muy personal artista.

Mónica Millán (Misiones, 1960 fue la ganadora del Premio Adquisición. “Lueve. Es de siesta” (tinta sobre papel(2010), “El río bord(e)ado, lápiz sobre papel y “Paisaje” (2011) tinta sobre papel revelan el minucioso trabajo de esta observadora de la naturaleza fantástica de su tierra natal. Toda la flora, fauna, gentes humildes y laboriosas a través de un lápiz que teje, borda, milímetro a milímetro, un encaje de palabras sonoras: “Yu”, “ao-poi”, un registro de la lluvia, las enredaderas, la niebla que avanza.

PINTURA

El premio Adquisición le fue otorgado a María Silvia Corcuera Terán (Buenos Aires, 1955). Esta artista multifacético ha abordado lo antropológico, lo etnográfico, lo popular y lo identitario y su obra está en permanente evolución.

Ingeniosa manualmente, encuentra elementos para abordar con humor y sentido lúdico, objetos, pinturas, esculturas cuyo propósito, según lo confesara en una oportunidad es “permitirse lo bello en un mundo tan terrible”.

Mariano Cornejo (Salta, 1962), ha abandonado , por ahora, un formalismo riguroso de su quehacer para que , a través de fragmentos de tiras de papel pegado, el contemplador asocie sus “paisajes” de Salta a la textura de la piedra, la aridez y el polvo con los que Cornejo se encuentra cuando la recorre fatigosa y amorosamente a caballo.

Juan Andrés Videla (1958) es un maestro del engaño ya que el contemplador siempre duda si está frente a una pintura o a una fotografía. Gracias a su técnica depurada, sus óleos de paisajes urbanos tienen cualidad fotográfica, son de una belleza quieta, evanescente.

Alfredo Prior (1952) presenta “La siesta de Cronos”, “Moby Dick”, “Castor y Polux”, títulos generadores de varias lecturas y difíciles de develar su sentido oculto. Su obra hace referencia a la historia del arte, a la mitología, a personajes históricos o desconocidos. Su obra oscila entre la figuración y la abstracción, combina diversos materiales, empastes y chorreados brillosos, una obra reconocible, se suele decir, “es un Prior”.

Eduardo Stupía describió a la pintura de Carlos Arnaiz (Buenos Aires) como “una geometría laxa, de resonancias botánicas”. Hojas, hongos en distintas gamas, algunas más intensas, chorreados, sutiles veladuras constituyen estos “Sin Título” realizados recientemente, obras de gran refinamiento, asordinadas.

“El alma vuela”, “El domador”, “Algo se acerca” pertenecen a Jorge Pietra (Buenos Aires, 1951). En cada uno de ellos aparecen escenas de un film, fragmentadas, se mezcla lo onírico, el thriller, paisajes, figuras entre fantasmales y pasayescas, en planos distorsionados. Pietra los presenta. Después habrá que juntarlos y seguir la acción pero esto ya no es posible, ni siquiera en el cine. En esto reside el interés por su pintura.

Giancarlo Puppo (Roma, 1938). Arquitecto, dibujante, pintor, imaginero, siempre ha abordado distintas técnicas con maestría. En sus técnicas mixtas “Reflejos en la niebla”, “Reflejos en el agua”, “Reflejos en la tierra” no apela a la escritura como apoyo de su obra plástica que aparece más sosegada, menos visceral y menos corrosiva, por lo que extrañamos sus historias transgresoras. 

Publicado en Ambito Financiero 10/1


 Christian Boltanski

 

En el Centro Cultural Borges y en el marco de las actividades del MUNTREF se realizó la charla abierta entre Diana Wechsler, directora de la maestría en Curaduría en Artes Visuales y el destacado artista francés Christian Boltanski (París, 1944), nacido en el día que París fue liberada. De allí su segundo nombre, Liberté, nombre que le dio su padre quien estuvo escondido en el sótano de su casa durante los 4 años de la ocupación nazi.

Fotógrafo, escultor, cineasta, un autodidacta que entre 1969 y 1971 comenzó a reconstruir su infancia a partir de fotografías, en general, de niños anónimos, borrosas que desaparecieron durante la Segunda Guerra Mundial.

Entre sus obras, “Monumento a Odessa” (1990) , una instalación de fotografías, latas de galletitas como las que los niños usaban para guardar tesoros secretos, luces con los cables a la vista y su nombre, monumento, alude una suerte de altar para mantener viva la memoria de toda una generación perdida.

Concepto que reiteró durante su charla, además de “quiero despertar emoción, quizás suene pasado de moda, pero estoy por un arte sentimental”

Una obra muy conmovedora fue “Reserve” de 1989. Cubrió el piso de la galería con media tonelada de ropas sobre las que el visitante caminaba, desordenándolas. El contacto físico con ellas despierta recuerdos y emociones.

La función del artista, dice, no es transmitir noticias o información sino hacer preguntas, proponer problemas o situaciones. Ante las ropas, se pregunta: ¿Quién las usó? Como eran pequeñas se supone que eran de niños, ¿Qué clase de niños? Pobres ¿Dónde? En Europa. ¿Cuándo? En los 40.

Por su olor rancio ya han pasado décadas. Las preguntas no escapan a la tragedia humana en los campos de concentración.

En esta misma instalación realizada posteriormente, una grúa levantaba las ropas y las soltaba. En el fondo se escuchaban sonidos correspondientes a los latidos del corazón… de los que se han registrado 40.000 en proyectos con esta idea realizados en diferente partes del mundo y que forman parte de su archivo personal, una colección que se encuentra en la deshabitada isla de Teshima, Japón.

A los 66 años, Boltanski lleva realizada una obra que tiene que ver con la fragilidad de la vida, la pérdida, la muerte y la supervivencia, con el Holocausto cuyos antecedentes se remontan a 150 A. C.. un recordatorio de la aflicción del pueblo judío y su destino impuesto por Dios.

A pesar de sus raíces históricas y autobiográficas su obra también se refiere a la muerte en general “a nuestra muerte”.

“Al comienzo de la vida de un artista hay un trauma y para mí el trauma era escuchar que todo era muy peligroso”.

En su obra la obsesión por la muerte la identidad , la fragilidad de la memoria, son recurrentes, de allí que los seres que van desapareciendo se convierten en imágenes borrosas.

Conceptos para recordar: “lo que intento hacer es que la gente se olvide que es arte y piense que es vida” o “para dar esta impresión de vida me sirvo de medios artificiales del arte”. “Trato de que el espectador se olvide que está en un museo o una galería. Lo que trato de hacer, reitera, es plantear preguntas, no a través de palabras sino de imágenes visuales”.

Mis últimas obras son sobre el azar, me pregunto, ¿por qué estoy vivo y los demás muertos?”. No obstante los temas que nos cuesta aceptar, Boltanski hace su obra con esperanza, es optimista en el hecho de que en algunos años habrá otros artistas, hay que aceptar de que uno va a morir, está dentro de la armonía del mundo.

Volviendo a la ropa, “alguien la va a usar, espera ser amada, una nueva vida comienza” Recordó una experiencia que realizó en el Louvre donde se pierden muchas cosas. Llamó a un arqueólogo y le pidió que los identificara como objetos del siglo XX o XXI. Algún día serán considerados bellos.

Este artista interesado en la pequeña memoria, en la memoria emocional, de aspecto bonachón, que ama la vida y sus placeres, de voz pequeña, dejó flotando en el auditorio una suerte de pensamiento místico.

Con motivo de su presencia en Buenos Aires se presentó el libro “Christian Boltanski, la vida posible de un artista- Conversaciones con Catherine Grenier”, Ediciones de la Flor y Universidad de Tres de Febrero.

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Parque de la Memoria – Graciela Sacco

 

El Parque de la Memoria—Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado está situado en la Av. Costanera Norte adyacente a la Ciudad Universitaria y ocupa 14 hectáreas cuyo marco es el omnipresente Río de la Plata.

El ruido de las olas contra su franja costera no hace sino aumentar la congoja que produce recorrerlo.

Congoja por la significación de ese río al que fueron arrojadas muchas de las víctimas y porque están los nombres de los desaparecidos, argentinos y extranjeros, por orden alfabético y por año desde 1969 hasta 1983 por el terrorismo de Estado hasta la recuperación del Estado de Derecho.

Actualmente se encuentran emplazadas 7 esculturas resultado de un Concurso Internacional cuyo jurado tanto nacional como internacional eligió 12 proyectos de los 665 presentados.

Una de las primeras obras que el visitante encuentra en la plaza de acceso al Parque es “Sin Título”, bronce laminado, obra realizada a partir de un boceto de Roberto Aizenberg (Argentina, 1928- 1996). Tres figuras geométricas, tres contornos, tres cuerpos vacíos coronados por una pequeña esfera que representan los tres hijos de su compañera Matilde Herrera, desaparecidos entre 1976 y 1977.

William Tucker (Estados Unidos, 1935) bajo el optimista título “Victoria” realizó una estructura quebrada en hormigón que refleja el horror y también la esperanza, la resistencia y la restitución de la justicia.

Denis Oppenheimer (Estados Unidos, 1938-2011) tituló a su obra en vidrio coloreado y otros materiales “Monumento al Escape”: celdas colocadas de manera no convencional que aluden a los conceptos de encerramiento o aprisionamiento.

Nicolás Guagnini, (Argentina, 1966) instaló 25 columnas de acero, verticalmente ordenadas sobre una grilla formando un cubo. “30.000” es un retrato de su padre desaparecido pintado a partir de una fotografía, el espectador ve fragmentos y distorsiones cuando se desplaza a su alrededor.

Un texto inscripto sobre dos bloques de acero donde hay que buscar la composición de la frase: “Pensar es un hecho revolucionario” de Marie Orensanz (Argentina, 1936), obra conceptual en clara alusión a la censura ejercida hacia la capacidad de pensar, de todo trabajo intelectual, hasta de leer autores universalmente consagrados.

El Grupo de Arte Callejero (Argentina) propone un recorrido a lo largo de la franja costera. Son 53 carteles a manera de señales viales que denotan obligatoriedad, prohibición, señalan, entre otros acontecimientos, los ex centros clandestinos y los domicilios de genocidas y torturadores.

Obras todas de gran potencia que llega a su climax en “Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez” de Claudia Fontes (Argentina, 1964). Este adolescente de 14 años fue secuestrado y la artista señala, “concebí su figura de tamaño real, de pié sobre el agua, de cara al horizonte. Vaciada en acero inoxidable, pulida espejo, refleja el color del agua del Río de la Plata. Ubicada a 70 m. de la costa sobre una plataforma flotante, anclada al fondo del río, de modo que el oleaje le imprime un suave balanceo. Desde la costa es visible sólo de espaldas”. Obra verdaderamente estremecedora.

A través de rampas se accede al Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado diseñado por el Estudio Baudizzone-Lestard-Varas. “Es un corte, una herida abierta en la colina”, dice Alberto Varas, uno de los autores. En este recorrido ascensional están inscriptos los nombres de las víctimas en placas de pórfido, nómina no cerrada., en permanente revisión.

PAyS (Presentes, Ahora y Siempre), es una sala destinada a información, base de datos y exposiciones temporarias.

Graciela Sacco, artista rosarina de renombre internacional que nos ha representado en las Bienales de San Pablo y Venecia, ha creado especialmente para este espacio, “Tensión Admisible” bajo la curaduría de Florencia Battiti.

Al ingresar acusamos el impacto sonoro de una sucesión de disparos que no sabemos de donde provienen.

Un vallado de listones de madera, elemento que la artista utilizó en varias obras de su autoría, deja mínimos espacios para escudriñar lo que adentro sucede: una video instalación muestra una pantalla sobre la que como ráfagas caen manchones de tinta negra que después cambian a blanco, una imagen de violencia sonora y visual invade al contemplador que no puede evitar pensar en los hechos trágicos que el memorial evoca.

Espacio de meditación, de reflexión, para comprometerse a luchar por el Nunca Más, expresión que no debería ser banalizada.

En la misma sala “Cualquier salida puede ser un encierro”, los listones sobre tierra con imágenes del río ondulante, río que fue adjetivado de distintas maneras desde nuestra infancia hasta el ominoso “de la muerte” de época tan trágica.

Como es habitual en Graciela Sacco, su obra es crítica, reflexiva, comprometida, que “asume su tiempo estética y artísticamente”. 

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Joaquín Torres García – UNTREF

 

Desde 2002, fecha de creación del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), se desarrolla una importante curaduría de investigación que, en una zona alejada de los centros de exposición, ha permitido el conocimiento de importantes artistas, entre ellos, Gorriarena, Urruchúa, Heredia, Puente, Picasso, Berni, Seoane.

Actualmente es el momento de un artista clave, Joaquín Torres García (Montevideo,1874-1949), fundador en 1944 del famoso Taller que llevará su nombre, una institución mítica en la historia del arte latinoamericano.

Fue un artista que vivió en la cresta de la ola de los movimientos trascendentales cuando en París y con Michel Seuphor dirigía a principios de los años 30, la polémica revista “Cercle et Carré”; también está junto a Mondrian, Arp, Vantongerloo, Van Doesburg y las experiencias se llamarán Arte Concreto, Neoplasticismo, Constructivismo, Suprematismo.

Estos vínculos con el arte europeo significaron prestigio y fueron muy importantes para el éxito de su postulado El Universalismo Constructivo, en el que va a apostar por una nueva cosmovisión a todos esos trabajos basados en los principios del equilibrio, de la armonía, del número.

Dividida en dos núcleos, se contó con la colaboración de importantes colecciones públicas y privadas del Uruguay y de la Argentina, además de constituir un homenaje a Mario Gradowczyk, colaborador del área de Arte y Cultura de la Universidad apasionado coleccionista y estudioso de la obra de Torres sobre el que escribió importantes artículos, entre ellos, “Simetría y Simbolismo”, el libro “Joaquín Torres García” (1985) y “Torres García: utopía y trasgresión”, (2007) una visión más abarcadora sobre el maestro.

Uno de los núcleos se titula “La Ciudad y los signos”, relato curatorial a cargo del historiador del arte uruguayo Gabriel Peluffo Linari. Compuesto por 54 obras, tinta, acuarela, lápiz sobre papel, lápiz sobre cartón , óleos sobre papel y sobre tabla además de objetos de madera conforman diversas miradas a la ciudad de Barcelona, Bilbao, Nueva York, París, Montevideo de un “artista errante”, no sólo por su deambular a través de países y ciudades sino por su constante búsqueda de verdades inconmovibles.

Muchas de estas obras responden a sus ideas acerca de las motivaciones de su tiempo: “Un cuadro ideal es aquel en el que se vean las ideas de las cosas…la calma, las gentes paseando por la calle como si hicieran algo extraordinario..”

Se siente la dinámica de los paisajes urbanos realizados en Nueva York. “ New York es mi ciudad-por esto, ahora, soy inmensamente rico-millones de imágenes soñadas y deseadas-millones de cosas que apetece la inteligencia- Mi ciudad- la ciudad más ciudad”. (Transcripción de un fragmento de los papeles inéditos de Torres García, “Visión de Nueva York”).También están los realizados en París entre 1927 y 1930 así como importantes ejemplos del Arte Constructivo después de su arribo a Montevideo en 1934 donde se considera que consolidaría su ideario artístico y filosófico.

Hacia 1942 comienza su trabajo sobre la base de tres colores primarios más el blanco y el negro, por ejemplo: “Constructivo con calle y pez”(1946) aquí expuesto. Un período en el que incorpora el paisaje urbano a los cánones del Constructivismo.

Otra joya de la muestra es la tinta y acuarela sobre papel “Proyecto de Monumento Cósmico” (c.1941), un mural para el Parque Rodó en Montevideo en cuya parte superior hay un cubo que simboliza la sabiduría, la verdad, solidez y permanencia, una esfera: la perfección, la totalidad, una pirámide: acción creadora por su forma ascensional.

Hay símbolos recurrentes en su obra: la flecha, el pez, el cuadrante del reloj, letras, las figuras del hombre y la mujer, la luna, la balanza, la escalera, simbología que nos conecta con el mundo ideal y cósmico, con el sentido universal de la vida, el amor, la unidad.

Laura Malossetti Costa es la curadora del segundo núcleo: “Norte en el Sur, el legado de Torres García”, 22 obras realizadas a partir de los años 500, después de la muerte de JTG por discípulos que se formaron junto a él , cuyos caminos se bifurcaron pero que conservaron la mística acerca de la visión transformadora del artista y su responsabilidad social. Manolita Piña de Torres, su esposa, Gonzalo Fonseca, Héctor Ragni, Francisco Matto José Gurvich, Walter Deliotti, Augusto y Horacio Torres, Manuel Pailos, Sergio de Castro, Amalia Nieto, Julio Alpuy, Alceu Ribeiro y los argentinos, Alberto Delmonte, Adolfo Nigro.

Este núcleo responde a ese famoso mapa invertido, gestado en 1935, afirmación de nuestra identidad cultural: “Estamos en Sudamérica, hemos vuelto el mapa al revés, que nuestro Norte es el Sur, que estamos arriba y no abajo según los mapas corrientes, que aquí solos vamos a resolver nuestro problema del arte…”. JTG estaba convencido que en el nuevo continente era posible una inversión radical, un arte metafísico, anónimo, monumental, popular, del cual su obra sería el primer ejemplo

Textos de Diana Wechsler, Norberto Griffa y Pablo Yacovkis, Edgard Sullivan y Jacqueline Lacasa en el excelente catálogo contribuyen a la comprensión de la obra de un ser, según Manolita Piña, “complicado, apasionado, cascarrabias, reflexivo, mesiánico, un artista cuando hablaba, escuchaba, corregía a sus discípulos y cortaba el pan sobre la mesa”.

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Museo Thyssen- Bornemisza – “Jardines Impresionistas”

En el Museo Thyssen- Bornemisza y la Fundación Caja Madrid se exhiben 130 obras que bajo el título “Jardines Impresionistas” ofrecen un recorrido por el tema del jardín desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX.

En colaboración con la Galería Nacional de Escocia, Edimburgo, sus curadores son Clare Willsdom, profesora de la Universidad de Glasgow, Michael Clarke, director de la ya mencionada Galería Nacional y Guillermo Solana, director artístico del Thyssen.

A mediados del XIX, la introducción y el cruce de cientos de plantas y flores exóticas procedentes de Asia, Africa y América, la apertura de los parques reales, estimularon la pasión de diseñar y cultivar jardines a la que no fueron ajenos los impresionistas Monet y Caillebote.

La exposición del Museo abre con una sección dedicada a los precursores, a la pintura de flores del romanticismo, por ejemplo, Delacroix, a lo que se agregan los floreros de Bazille o Renoir, es decir, de interior.

Pero los artistas de la Escuela de Barbizon salieron al aire libre y exploraron el jardín como paisaje: Millet, Corot, Daubigny son los precedentes de la pintura impresionista francesa.

Se tuvieron en cuenta tres opciones: la ciudad y el campo, el parque público y el jardín privado, lo decorativo y lo productivo.

El jardín se convierte en un punto de encuentro entre lo urbano y lo rural. Los de Barbizon habían representado jardines campestres, Manet y los impresionistas descubrieron en los parques públicos los atractivos de la vida al aire libre.

La segunda oposición está dada entre los grandes espacios verdes, el Bois de Boulogne, el Parque Monceau y los pequeños jardines privados.

En los primeros se desarrolla una intensa vida social, en el jardín privado, los mismos pintores, Monet, Pizarro, Morisot y Sargent, plasman actividades como la conversación, la lectura, el juego, el reposo.

Otra oposición es la del jardín decorativo y el jardín productivo, es decir, ocio y trabajo respectivamente.

Las dos últimas salas se centran en Pizarro y su dedicación al tema del huerto, enfatizando la figura del campesino en pleno trabajo: Cézanne, Gauguin, Van Gogh, que recibieron sus lecciones o experimentaron su influencia están aquí representados.

En cuanto a la Fundación Caja Madrid, el recorrido continúa en la sala central con obra tardía de Monet, Pizarro, Caillebote y en la nueva de pintores postimpresionistas, Van Gogh, Klimt, Vuillard, Bonnard, Toulose- Lautrec.

En el espacio del piso superior, hay obra naturalista europea y americana perteneciente al cambio de siglo de artistas que se dejaron influir por la búsqueda de la luz y que también pintaron al aire libre. La obra española incluye nombres como Sorolla, Meifrén, Plá, Anglada –Camarassa.

La metamorfosis del jardín en la transición del postimpresionismo a las primeras vanguardias del siglo XX exhibe a Cézanne, Munch, Nolde, Dufy, Braque, Malévich y Ernst.

Debe señalarse la importancia de esta muestra que cuenta con préstamos del Museo Metropolitano (Nueva York), la Galería Nacional (Washington), el Museo d ´ Orsay (París) así como museos de Houston, Stuttgart, Copenhague, la Tate (Londres) además de los coleccionistas particulares.

Estamos en verano, tiempo de sol, de ocio, de esparcimiento., de desenchufarse de la tecnología y no está demás volver la mirada hacia este período del arte considerado obsoleto por algunos exegetas de cierta contemporaneidad que exalta tantas miserias humanas, actos sexuales aberrantes, tanta escatología.

Pero este arte es todavía admirado, se pagan por él cifras astronómicas, siempre es motivo de investigación que permite a los museos internacionales proponer una nueva mirada al reunir obras que atraen multitudes, que observan con respeto la obra de esos artistas muy establecidos en el imaginario colectivo.

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Museo Gurvich (Montevideo, Uruguay)

 

Invitado por el Museo Gurvich (Montevideo, Uruguay), este diario recorrió «Los Universos Judíos de José Gurvich», exposición imperdible que se exhibirá hasta el 20 de septiembre. Los tres pisos del Museo, ubicado en Ituzaingó 1377, albergan las noventa obras provenientes de coleccionistas privados, de la familia del artista y de su colección permanente. Bajo la curaduría de Alicia Haber, autora junto a otros especialistas de un libro de próxima aparición sobre el tema, se pueden apreciar diferentes abordajes de la cultura judía a través de soportes y técnicas que Gurvich (1927-1974) desarrolló como creador prolífico.

Hay muchos períodos en su pintura, un comienzo marcado por el Constructivismo, «siempre tengo el compás en el ojo de tanto Constructivismo», ortodoxo, muy ajustado a las reglas estrictas de Torres García«hay que servir la regla», y otros, «con un pie afuera», más personal, como acota su esposa Julia Añorga, conocida como Totó, con la que se casó en 1960; una historia de amor y de fe en el arte de la que es celosa guardiana.

De allí la importancia del «Mural Constructivo» (bajo relieve, yeso, 1963) y «Constructivo con Sol» (óleo sobre arpillera, 1962), con los que se abre la muestra, y poder leer ese universo de signos ubicados frontalmente, que más tarde, gracias a su rebeldía, devendrán en un mundo fantástico.

«El mundo de la imaginación me ha conquistado. Mi imaginación explotó. Circula incontrolable», así explicaba Gurvich esa suerte de ruptura, que cuando se observa su obra, nunca fue absoluta. Y es así como debe abordarse su producción de temática judía iniciada en ocasión de su primer viaje a Israel en 1955, que se prolongó tanto en el Cerro montevideano, en Nueva York, sus tres viajes a Israel y sus períodos en el Kibutz Ramot Menashé.

Los tópicos esenciales, el kibutz, Adan y Eva, festividades, escenas del Génesis, recuerdos del shtetl (aldea) lituano -debe recordarse que Gurvich nació en Lituania y en 1931 la familia emigra a Uruguay ante la crisis de la Segunda Guerra Mundial-, son tratados por este artista mayor con gran inventiva.

Es tal la riqueza visual de su obras que exige demorarse ante ellas para ir analizando el vértigo de las formas intrincadas, para poder reconstruir un universo donde se prioriza el ser humano, el amor a la vida, la pareja, su experiencia como pastor de ovejas, épocas bíblicas, referencias a sus pintores admirados, escenas de su país natal, ángeles, una conjunción de sueño y realidad. Ensambló estos temas mediante un complejo abigarramiento, figuras humanas desafiando la ley de gravedad, total libertad de formas.

Entre toda esta obra poética, atemporal, universal, se destaca el famoso óleo sobre madera «Homenaje al Kibutz Ramot Menashé» (1970), realizado para su comedor, cae en forma de cascada, presidido por el ojo de Dios, un canto a la alegría en el que están sus habitantes, familia, costumbres, paisaje, labores.

«El mundo del Kibutz» es una témpera notable, con figuras bíblicas, el abrazo fraterno, los árboles con sus ramas mínimas y donde se posan los pájaros, imagen que se va a repetir en varias obras en las que se enfatiza la gracia y el humor.

Otro tema recurrente es la pareja, que para Gurvich simboliza la armonía. Son notables «Javer y Javerá», yeso pintado y tallado (1968), o «Pareja Cósmica» (1972/73), óleo cuyo color tiene mucho que ver con sus maravillosa cerámicas escultóricas de fines de los 60, así como el óleo sobre yeso y madera (1965) un relieve con volumen, con un ramo de flores pintado, la imagen de la ternura a pesar del rústico material.

Las festividades del Shabat, Januca, Pesaj, Shavout, Sucot ocupan también un lugar preponderante con figuras redondeadas, voluminosas, que flotan, de cromatismo anaranjado, ocre, además de los elementos de la liturgia judaica.

Gurvich era un artista, no un pintor, pintaba, esculpía, dibujaba, hacía murales, escribía, tocaba el violín y la flauta. Su afán, según Totó, era «dejar la impresión digital lo suficientemente fuerte como para vencer a la muerte, al olvido, a la nada».

Paralelamente, medio centenar de obras que constituyen la exposición «Canción de la pintura», título tomado de una frase del artista y que se exhibe en la Galería Oscar Prato (Paraná 743, Montevideo), completa la visión de este artista trascendente que falleció en Nueva York a los 47 años.

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Inhotim

A mediados de los 80, el empresario brasileño Bernardo Paz tenía una casa de campo en Inhotim a 60 km al sur de Belo Horizonte (Mina Gerais) en la que atesoraba una importante colección de arte moderno de su país.

Sus encuentros con el famoso arquitecto y artista paisajista Roberto Burle- Marx (1909/1994) lo incentivaron a ampliar los jardines con raras especies botánicas.

Una década después y a través del conocimiento de artistas, entre ellos, Cildo Meireles, Tunga, Miguel Río Branco, cambió el concepto respecto de su colección enfocándola con obras de fines de los 60 hasta la actualidad.

Y tuvo un sueño: convertir las casi 100 hectáreas en lo que hoy es una conjunción de naturaleza, arquitectura y arte contemporáneo, única en el mundo.

Comenzó con tres edificios que albergaban obras de la colección , actualmente 17, además de las obras dispersas a lo largo, ancho y alto de estos maravillosos jardines y forestas tropicales con una variedad de 1400 clases de palmeras y otras especies botánicas, sitios estratégicos para admirar el paisaje, 130 variedades de pájaros y cinco lagos.

En este idílico sitio se encuentra la única colección de arte contemporáneo, ahora llamado Instituto Inhotim, en la que las obras de artistas brasileños de renombre se codean con aquellas de artistas internacionales. Casi todos realizaron sus trabajos in situ en estrecha colaboración con los arquitectos, teniendo en cuenta lo paisajístico. Como lo señala su Director Artístico, Jochen Volz, a quien conocimos en una disertación en Buenos Aires, la visita a Inhotim que exige un tiempo de viaje considerable y no menos de tres días en el lugar, “estimula tanto a los artistas como al público: son muchos los temas recurrentes: paisaje, camino, laberinto, ambiente, naturaleza, tiempo y lugar”.

Alejado de los centros establecidos abrió sus espacios al público en 2006 y está en permanente expansión. Propone “un espacio moebiano”, se puede andar libremente, ir y volver a los pabellones, provoca un intenso diálogo entre arte y naturaleza y en aquel que lo recorre, una emoción intransferible.

En esta sucinta reseña apenas podemos acercar al lector algunos espacios como “Triángulo diseccionado- curva interior” (2002) del artista conceptual norteamericano Dan Graham., una estructura de acero y vidrio que se relaciona con el paisaje y el lago y en la que el participante se ve a sí mismo contemplándose a sí mismo.

De Cildo Meirelles, artista clave, “Inmensa” es una sucesión de estructuras de hierro que se relacionan con un conjunto de palmeras gigantes, mimetizándose por el color. Hay una sala dedicada a su famosa “Desvío para el rojo”, todos los elementos cotidianos en ese color y otra contigua absolutamente a oscuras en cuyo fondo y desde una pileta en diagonal fluye un líquido rojo, situación en la que se pierde la noción de espacio y tiempo. “A Través” obra realizada entre 1983/89, produce en esta cronista cierto terror ante los obstáculos de hierro, plástico, papel, vidrio, rejas dispuestos de manera laberíntica y vidrios sobre los que hay que caminar lo que junto al sonido de las pisadas provoca una amenaza latente, también detenerse y pensar, propósito de la obra.

Rivane Neuenschwander, (Belo Horizonte, 1967) instaló en una casita rural de 1874 un techo transparente que revela formas a manera de nubes siempre cambiantes, un delicado trabajo que no explicamos para no quitarle su magia así como su concepto lúdico.

Si se quiere hacer “un viaje al centro de la tierra” hay que trepar hasta una colina donde está “Sonic Pavillion” del estadounidense Doug Aitken . Se encuentra en un edificio en el que los visitantes escuchan un sonido que proviene de 200 metros bajo tierra a través de micrófonos geológicos. La arquitectura se combina con una obra de arte invisible, siempre cambiante, al mismo tiempo que el espacio circular vidriado muestra el verdor de la foresta.

El interior del pabellón de concreto que se refleja en un espejo de agua, dedicado a la obra de la gran artista Adriana Varejao está constituido por paredes de pinturas que reproducen azulejos decorados con fragmentos de olas, y otras obras inquietantes, sangrientas, como casi toda su producción, escombros de paredes que muestran las entrañas de un cuerpo despedazado.

Otro espacio que conmueve es el de Miguel Rio Branco célebre por retratar la decadencia y la prostitución en el Pelourinho (Bahía) en los años 70. Un montaje espectacular, sombrío, para obras como “Hell´s diptych”, “Blue Tango” y “Barroco” que incitan a pensar sobre el tan discutido papel transformador del arte.

Obras de Tunga, artista fascinante, Doris Salcedo, Ernesto Neto, Matthew Barney, Steve Mc Queen, Zhang Huan, Olafur Eliasson, Amílcar de Castro, la francesa Dominique González –Foerster, Damasceno, el argentino Jorge Macchi, Helio Oiticica, Rirkrit Tiravanija, están entre una larga lista de importantes artistas contemporáneos que en este contexto adquieren otra dimensión y fuerte presencia.

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Libro “Gurvich-Viajes por el tiempo judío”

La presentación del libro “Gurvich-Viajes por el tiempo judío” en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes constituyó un acto de honda espiritualidad totalmente alejado de todo convencionalismo. Su autora, Alicia Haber, historiadora de arte y curadora uruguaya, especializada en arte contemporáneo con particular énfasis en arte uruguayo, es egresada del Instituto Artigas, estudió en la Universidad de Illinois, obtuvo dos becas Fulbright y en la Rockefeller Foundation, y desde 1997, dirige el MUVA (Museo Virtual de Artes de El País).

Convocados por Martín Gurvich, hijo del artista, disertaron la autora del libro, el crítico de arte Julio Sapollnick y el filósofo Santiago Kovadloff. En primer lugar, Martín Gurvich pronunció emocionadas palabras en memoria de su madre, Julia Añorga de Gurvich, Totó, fallecida recientemente, que dedicó su vida a acompañarle así como a preservar y difundir su obra con gran devoción.

Alicia Haber, que ya escribió dos libros sobre el artista, enfoca en esta obra mayúscula al Gurvich nacido en 1927 en Yezne, una aldea de Lituania, al que se crió en un barrio de judíos inmigrantes en Montevideo, al que su madre le enseño el idish y el conocimiento de la mitología judía, al que llegó a la Israel utópica idealista de los 50, mundo que ya no existe.

Es este un momento de quiebre, su iconografía ligada al mítico Taller de Torres García cambia, el kibutz lo conmueve.

Haber rastrea el origen de la identidad del artista, viajó por los diferentes lugares en los que Gurvich vivió: Suiza, Bélgica, el kibutz Ramot Menashe en Israel, Nueva York donde falleció repentinamente en 1974. Mantuvo intensas conversaciones con Totó, investigó archivos familiares, relevó colecciones privadas, entrevistó a amigos y compañeros. “Me ví envuelta, con entusiasmo renovado, en estudios de simbología, lecturas sobre las festividades, exégesis bíblica, revisiones sobre el kibutz, el sionismo. Y continué por un sendero de aprendizaje, activé una de mis identidades sobresalientes, la judía”, confiesa con gran intensidad.

Las ilustraciones del libro documentan la creatividad de este trascendente artista imbuida de judaísmo, muchas de ellas fueron expuestas en una muestra en el Museo Gurvich de Montevideo y a las que nos referimos en agosto de 2010 cuando Ambito Financiero fue especialmente invitado a la inauguración.

Pero Gurvich, gracias a su cultura y espíritu abierto, también recurrió a temas cristianos, por ejemplo, los siete pecados capitales, la parábola de los ciegos, “fue un artista que incluía, no excluía: sumaba, incorporaba, y englobaba con espíritu local, particular y universal”.

Julio Sapollnick recordó un mandato Exodo 31.2.5: Adonai le dice al primer orfebre “Se un artista, crea con tus manos, con tu inteligencia, en cualquier lugar de la tierra” Gurvich así lo hizo, un mandato que puede relacionarse con “Aprender, aprender, aprender, una de las claves de la supervivencia judía”, según el célebre ensayista ucraniano Ahad Ha- am.

También evocó su vida en el campo como pastor de ovejas y enfatizó acerca del amor en la obra de Gurvich en la manera en la que Chagall lo pinta, de allí mucha de su influencia en obras de colores brillantes que tienen a la pareja como protagonista, construidas desde la gracia y también aquellas en blanco y negro, con rayitas, parejas cósmicas pletóricas de simbología. O como desde el humor, por ejemplo, el célebre cuadro “¡Qué pesado es ser judío!”, óleo sobre tela (1974), frase tomada de Shalom Aleichen (1859-1916) uno de sus autores favoritos, y que luego se popularizó en referencia a la condición de judío en la diáspora.

Ante la inevitable pregunta para qué sirve el arte, Sapollnick señaló que sirve para contemplarlo, lo que implica enamorarse.

Santiago Kovadloff comprendió la vibración en el auditorio que de alguna manera, según sus palabras, estaba arrebatado, es decir, sustraído, honrando la cercanía de la pintura de un artista de gran versatilidad, de gran variedad de recursos formales, de gran fantasía y riqueza expresiva y “a pesar de que plasmó mundos imaginativos, la realidad cotidiana tuvo en su producción un protagonismo esencial”. La obra de Gurvich: un canto a la alegría de vivir y su complejidad y entre otros profundos pensamientos acerca del existir señaló: “las vidas humanas son muy breves y en el caso de Gurvich, debe ser considerada por su intensidad, ya que extenuó su tiempo en la creación”.

Un libro en el que un hombre es “habitado”, es decir, escrito desde su mundo. Un libro para celebrar y honrar la obra y vida de un artista que, según la autora, proseguirá con otras investigaciones y otras interpretaciones”.

Prefacio por Martín Gurvich, prólogos por Felipe Arocena y Gerardo Gaetano, textos de Nisso Acher, Joséphine Balken, Isaac Margulies y Manuel Tenenbaum.

Impreso en Ronor, Buenos Aires, Argentina , 600 páginas.

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Alfredo Gramajo Gutiérrez en OSDE

 

José Luis Pagano en su famoso libro “Historia del Arte” publicado en 1944 con su agudeza característica y a veces también descalificadota se refería a Alfredo Gramajo Gutiérrez (Tucumán, 1893-1961) en estos términos: “No embellece ni atenúa ninguna aspereza. Es verídico hasta la caricatura. ¿Qué hay miseria moral y física en muchos de sus personajes? ¿Qué algunas expresiones del culto se alejan en ellos de la religión para confundirse con la superstición? No se parece a nadie, es igual a sí mismo”. Sus pequeñas obras transportaron al espectador a otros climas espirituales”.

Esta última frase es fiel reflejo de lo que pasa al mirar y admirar las obras de este artista que traen un aire puro y desde hoy, confiamos, será revalorizado para el público contemporáneo, desconocedor de su obra.

“Las cosas del creer”– Estética y religiosidad en Gramajo Gutiérrez, se exhibe en el Espacio de Arte de la Fundación Osde ( Suipacha 658 1er piso) hasta el 14 de Enero.

La curaduría de María Inés Rodríguez y Miguel Rufo, autores de los textos del catálogo, aportan una mirada de contenido sociológico, antropológico, político, a la obra de un artista que, sin proponérselo, desató la polémica entre los críticos a partir de las afirmaciones de Leopoldo Lugones quien en 1920 lo califica como “el pintor de la Nación”.

Gramajo Gutiérrez, también calificado como “el pintor del dolor argentino”, se encargó de aclarar: “Es el libro abierto de mi vida. Nací en un paisaje gris, en un poblado tucumano donde el diablo andaba suelto saturando al paisaje con su aliento, induciendo a los vecinos a cosa de brujería”.

Organizada en cuatro núcleos, “Devociones y Ritos” incluye obras de fiestas religiosas, liturgias sacramentales, plegarias a los santos, velorios, por ejemplo el de 1918, un tríptico de figuras dolientes. Otro tríptico extraordinario es “El Pesebre” (1932) perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes, diáfanos colores, un refinadísimo manejo del azul, “Velorio de los Angelitos” (1953), otro tríptico “Retablo de Jesús” (1937/38) cuya lectura descubre al Niño, José y María como las imágenes de la pintura colonial hasta el Cristo en la Cruz con fondo de paisaje norteño.

En este núcleo, destacamos “La Muerte del Bueno –La Muerte del Malo”, díptico, témpera, gouache, (1956) con los personajes generalmente enjutos, transidos de dolor y las muecas de endiablados personajes que rodean al malo.

El núcleo “Las Fiestas” revela la llegada, encuentros, el baile en la pulpería, el fin de la fiesta, la partida. El apaisado cuadro “Día de elecciones en el Norte” (1937), óleo sobre tabla, 30 personajes, fue premiado en el Salón Nacional de 1938 y como se señala en el epígrafe podría titularse “empanadas y vino”.

No hace falta aclarar sobre esta práctica del clientelismo de la época, revelador de las desigualdades, el poder del patrón, el uso de las influencias que, de manera más sofisticada, sigue vigente según películas documentales actuales del corazón de estas tierras.

Aserraderos chaqueños, vendimias mendocinas, la cosecha del tabaco, vendedores de sandías y melones constituyen el núcleo “Los días del Trabajo” en obras que muestran los rostros curtidos de los hombres y mujeres del Norte en la diaria lucha por la subsistencia.

“Yo no pinto, documento” por lo que su afición por el detalle constituye una fuente de información sobre el paisaje, costumbres, vestimentas, sentimientos, actitudes corporales de los retratados, parquedad en la expresión, recogimiento, muchas veces de espaldas, casi una forma escultórica, en cuclillas, cabezas gachas, la flora, los pájaros, detalles de los humildes interiores de las casa de barro, la presencia de animales, no sólo domésticos y de trabajo sino aquellos relacionados con culturas andina.

Al lado de un extraordinario retrato del artista por Cleto Ciocchini, hay un texto de Gramajo Gutiérrez ante el que vale la pena detenerse.

“En ese ambiente brujo y milagroso nací… Heredé de mi pueblo el aciago pesimismo…Mi espíritu se alimentaba de tradiciones y consejas…Duendes, luces malas y apariciones danzaban en mi mente y mi sueño fue desasosegado e intranquilo… procesiones, festividades, las plegarias de los santos…los velorios…eran escenas de un realismo grotesco y exuberante que dejó imborrables huellas en mi infancia…” (de una entrevista en Atlántida en junio de 1920).

En nuestra próxima nota nos referiremos a la muestra paralela, también en Osde, “Barro del Paraíso—Arte Contemporáneo y religiosidad popular”, instalaciones, fotografías, pinturas de artistas que abordan lo religioso desde lo urbano.

Publicado en Ambito Financiero  1/11