6 mayo, 2019

Alberto Greco en Del Infinito

Por Laura Feinsilber

Alberto Greco (1931-1965) fue uno de los integrantes de la primera exposición informalista realizada en Julio de 1959 en la galería Van Riel junto a Barilari, Kemble, López, Maza, Pucciarelli, Towas y Wells.

Todos ellos se volvieron en contra del furor informalista que cundía  ya que se había transformado en algo edulcorado, todo lo contrario de sus conceptos de un arte terrible, fuerte agresivo, contra las buenas costumbres y las formalidades.

En la segunda exposición informalista realizada en el Museo Sívori presentó un tronco quemado y dos trapos de piso enmarcados lo que provocó gran desconcierto  según lo relata Andrea Giunta en el capítulo “La vanguardia como problema”, página 170, de su libro “Vanguardia,internacionalismo  y política”.

Poco después presentó en la Galería Pizarro “Pinturas Negras”  entre las que estaba “La monja asesina”, una camisa cubierta de manchas de alquitrán que produjo un gran impacto en Ignacio Pirovano , coleccionista  que creía en la renovación artística, apoyó a los artistas concretos , dejando un importantísimo legado  al Museo de Arte Moderno.

Siguiendo brevemente con su derrotero artístico,  Luis Felipe Noé señaló que para Greco no había límites. Deseaba que lo valorizaran, se lo maldecía y se lo defendía, Greco significaba “la liberación del prejuicio”.

En París, en la Galería Creuze, presentó “30 ratas de la Nueva Generación”, 30 ratas vivas cuyo olor causó que lo obligaran a retirarlas dando por terminada su muestra al día siguiente. Sin duda, su propósito era escandalizar. Otro escándalo con roedores:  en la Bienal de Venecia de 1962 liberó varios ratones vivos delante del presidente de Italia, Antonio Segni.

En una muestra del Museo de Arte Decorativo de París en la que participaban Ives Klein, césar y Arman , Greco, a la manera de un hombre sandwich llevaba un cartel que decía “Alberto Greco, obra fuera de catálogo”.

A partir de entonces con un bolígrafo que Klein le prestó  comenzó lo que se dió en llamar Arte Vivo. Sus “Vivos Ditos”, un concepto en el que sostenía que “el artista no debería enseñar a ver con el cuadro sino con el dedo, mostrar lo que sucede en la calle y entrar en contacto con la realidad” con una tiza y generalmente un fotógrafo que registraba la escena,  señalaba su obra de arte, haciendo un círculo alrededor de alguno que pasaba y  que además firmaba.

Greco fue un precursor del conceptualismo latinoamericano, de lo antiinstitucional. Las anécdotas son numerosísimas pero no son la esencia de su ser anticonformista, de un ser que anhelaba ser reconocido.

Y así sucedió. Su muerte, a causa de una sobredosis acaecida en Barcelona, y el hecho de que  en su agonía llegara  a escribir “Fin”  en su mano izquierda, lo convirtió en un verdadero artista- mito y de culto.

La actual muestra que le dedica la galería Del Infinito bajo la curaduría de Fernando Davis se titula “La mala letra”. La escritura está ligada a toda su obra. Poeta,  asistió a talleres literarios organizados por Bioy Casares, Oliverio Girondo, Ernesto Sábato, escribió la novela “Viviendo en casa de las tías” y “Besos Brujos” en 1965, a la manera de un diario, un collage de escritura fragmentada, manchas, grafismos, datos, retratos , en la que anticipa su suicidio que se mostró en la galería Klemm en 2015.

En “La mala letra” también la escritura  está fragmentada, pueden ser cartas, conversaciones, pensamientos que rozan  lo obsceno, escrituras que pueden encontrarse en los baños públicos,  referencias a la tómbola a la que era muy afecto,  hay números, fotografías, relatos de sus andanzas, en fin, un flujo caótico imposible de seguir literalmente. Davis señala: “sus textos tienden al exceso, y a la desmesura, al melodrama y al camp, a la anécdota escatológica y al relato fuera de lugar”.

Su vida errante, aventurera, provocativa, era su obra.

Av. Quintana 325. Hasta fines de Mayo.

Publicado en Ambito Financiero