30 mayo, 2022

Distéfano en Museo Nacional de Bellas Artes

Por Laura Feinsilber

El  título de la exposición “Juan Carlos Distéfano. La memoria residual” actúa, como lo señala su curadora María Teresa Constantín, “como el código que permite acceder a numerosas obras del artista aunque esta clave de lectura no siempre se haya puesto de manifiesto”.

Está centrada en su “confesa atracción por la pintura”, de allí que haya conexiones con la pintura de la Edad Media, el Renacimiento alemán o de los Países Bajos y también pintores argentinos.

Visitamos esta muestra en dos oportunidades, una no es suficiente, porque Distéfano es un escultor esencial, trascendente, conmocionante, al que se vuelve una y otra vez.

En un erudito texto escrito por José Emilio Burucúa estableció analogías con esculturas de los siglos III y II ac: las pasiones de Cristo, las infinitas flagelaciones y resurrecciones de la pintura alemana de los siglos XV y XVI, representaciones en las que el cuerpo expresa su resistencia al dolor, rostros con el grito contenido, la tensión del cuerpo o la imagen del sufrimiento.

Recorrer esta muestra es una aventura por las entrañas del ser, de allí que su escultura puede calificarse de visceral a través de un material transparente-resina poliéster bajo la que se descubren objetos varios, entre ellos, armas, que remiten a la violencia ejercida en nuestra violenta historia.

Este material permite sentir el fluir de la sangre, ver los pliegues y la porosidad de la piel, el dolor y la laceración , también la ternura.

Vale la pena leer los carteles correspondientes a cada obra ya que se explicitan los artistas y las obras que lo han inspirado – un verdadero paseo por la historia del arte– y por más que la contundencia de su obra no lo necesite, sí constituye un acierto didáctico de la curaduría y el montaje.

En el ingreso a la sala encontramos una obra reciente que expresa el placer por el color: “La necesidad del arco iris” basada en El Bosco y “Arco iris con paisaje” de Caspar Friedrich, el célebre romántico alemán.  En “Florero roto” y  “Hasta cierto punto”  homenajea a Van Gogh. Está el famoso grupo de nueve esculturas “Kinderspelen” inspirado en Brueghel que fue expuesto en la Bienal de Venecia de 2015 y que en lugar de los felices juegos infantiles, su mirada descarnada cae sobre la infancia argentina, golpeada, violada, abandonada a la droga. Otra obra de Brueghel “El triunfo de la muerte”, una carreta repleta de cadáveres, fue trasladada a la época de la dictadura y las desapariciones que tituló “Camioncito de Dock Sud”.

Entre otras esculturas están “Procedimiento” (1972) “Icaro” (1979), “Flotante” (1987) que remite al San Sebastián de El  Greco, la emocionante “Portadora de la palabra” que sostiene el libro  Suma Teológica de Santo Tomás.

Frente al cuadro perteneciente al Museo, “La urpila”  de Gómez Cornet que en quechua significa paloma pequeña, está su versión del mismo nombre  de esa niña desamparada, una cartonera que arrastra su carro con obelisco incluído.

Otro artista argentino que lo inspiró fue Spilimbergo  a través de su serie de monocopias  titulada “Emma”.  Distéfano presenta dos esculturas una en  blanco y otra en negro, figuras dramáticas cubiertas de avisos clasificados de oferta de prostitución acorde con el tema que Spilimbergo había creado.

“Cosmé Tura en los pagos de Don Enrique”, una suerte de juego contradictorio ya que Tura fué un pintor lujoso del quattroccento y  lo opuesto, un Policastro, una obra pictórica-escultórica para conocedores de este artista argentino, pintor de la humildad, la sencillez, el amor a la tierra.

Distéfano: hacedor de una obra no convencional que desafía las teorías actuales de lo efímero.

Museo Nacional  de Bellas Artes.  Av. Del Libertador 1473. Clausura el 31 de julio. Martes a viernes de 11 a 20 hs.

Sábado y Domingo de 10 a 20hs. Entrada libre y gratuita.

Publicado en Ambito Financiero (30/5/22)