22 agosto, 2023

Charla sobre Arte Contemporáneo en Imaginario con Andrés Paredes

Por Laura Feinsilber

Ya hace bastante tiempo que el arte y sus hacedores-los artistas- están involucrados y comprometidos con temáticas que atañen al mundo globalmente.  Mencionarlas a todas puede parecer una tarea infinita, sólo intentaremos algunas de estas cuestiones, muchas de ellas, angustiantes. Estas cavilaciones ante el arte contemporáneo se dirigen cada vez más al evento, ya el objeto no tiene tanta importancia, cobran protagonismo las performances, los proyectos políticos y sociales.

La inmigración, los desplazamientos, el cambio climático, las desigualdades, la contaminación, el consumismo, las cuestiones de género, la revisión de los mitos que conciernen al continente latinoamericano y su riqueza, el volver a manualidades ancestrales como reivindicación de pueblos originarios.

También se han puesto sobre el tapete alusiones a lo trans, lo porno, lo osado, un lugar de culto como LGBTIQ siglas correspondientes a  (lesbiana, gay, bisexual, trans, travesti, intersexual, queer), esta última palabra inglesa transcripta a un castellanizado CUIR.

Ni hablar de la influencia de la tecnología cuyos avances aplaudimos pero que está también considerada como una suerte de culto a lo efímero: está comprobado que la duración útil de un espectador frente a una obra equivale a 10 segundos. Al toque de un click, ya elegimos presurosamente, juzgamos, endiosamos, y también cancelamos.

Es decir, no hay tiempo para un pensamiento, todo se ha vuelto periférico. Nada es permanente.

Siempre tengo a mano una frase clave del filósofo y sociólogo francés fallecido en 2007 Jean Baudrillard, autor de importantes  libros y  para mi, un libro de cabecera, “El Complot del Arte” publicado en 2006. En uno de sus capítulos, “el arte, ilusión exacerbada”  leemos:“ya no existe la posibilidad de una mirada, aquello ya ni siquiera suscita una mirada, porque simplemente, ya no nos concierne. Si ya no nos concierne, nos deja completamente indiferentes”

Estamos en un mundo en constante transformación. Entonces, ¿cómo podría ser el arte permanente?

El mundo está monopolizado por la innovación técnica y sabemos que el poder está en manos de los grandes formadores de opinión: Apple, Google, Facebook, para meterme en el terreno de la inteligencia artificial, que es un hierro candente.

Boris Groys, nacido en Berlín en 1947, estudió en Leningrado,  su obra ensayística se concentra en las vanguardias y el universo digital, autor de “Volverse público” y “Bajo sospecha. Una fenomenología de los medios”, señala al respecto: la inteligencia artificial es una máquina y la máquina no muere nunca. La inmortalidad del ser humano sería igual a su maquinización. La máquina no piensa, el meollo del pensar es el miedo a la muerte”.

Estas cavilaciones sobre arte contemporáneo están abiertas para que uds expresen sus ideas. Es una expresión que se impuso a partir de los 80 cuando reemplazó a “vanguardia”, “arte vivo”, “arte actual”. Tiene la virtud de las frases hechas, es supuestamente amplia para cuando nos falta un término más preciso y lo suficientemente explícito para que se entienda que hablamos de un arte determinado y no del arte producido por los artistas que hoy están vivos y son nuestros contemporáneos.

Otro libro que consulté cuando garabateaba estas ideas pertenece a la francesa  Catherine Millet , nacida en 1948, fundadora de Art Press , figura influyente de la crítica y autora de libros  como Dalí y yo , El Arte Contemporáneo además de libros sobre su intimidad sexual, que alcanzaron records de ventas.

Leímos lo siguiente: “una cantidad enorme de manifestaciones artísticas cruzan el mundo entero y atraen un público numeroso. Baste contabilizar las ferias y bienales que atraviesan el globo y esas actividades buscan adquirir y adquieren estatus de arte. Constituye un polo de atracción.

De hecho, el arte contemporáneo es un espacio abierto, un territorio de libertad para pensar y actuar de un modo distinto, ahora que las ideologías y los sistemas filosóficos que nos orientaban están en crisis.

Pero ante estas cavilaciones hay una palabra que no hemos pronunciado: emoción. Viene del latín emotio: movimiento o impulso “aquello que se mueve hacia”, es un estado que sobreviene súbita y bruscamente en forma de crisis más o menos violenta y pasajera.

A lo largo de este ejercicio del mirar, he tratado de acercarme a casi todos los ismos, a la contemporaneidad angustiante, muchas veces a través de la lectura de un poema, la escena de una película, un escritor al que se vuelve o se descubre, un soneto de Shakespeare, la intensidad con la que súbitamente recordamos un aroma de la infancia, la visión de un paisaje, un momento de un viaje, la asociación de ideas que provoca un pasaje musical.

La lista de emociones que se atesoran puede ser inmensa: desde la primera vez que vimos el Guernica, hasta la entrada a una iglesia gótica, o “los artistas que dejan huella”.

Se puede ser optimista o corresponde ser pesimista ante todos los temas que preocupan al hombre?

En su discurso de aceptación del Premio Nobel en 1949, William Faulkner dijo: “en la última roca inútil y enhiesta en la roja agonía del último atardecer, se escuchará la débil, inagotable voz del hombre, hablando todavía”.