1 junio, 2011

Museo Gurvich (Montevideo, Uruguay)

Por Laura Feinsilber

Invitado por el Museo Gurvich (Montevideo, Uruguay), este diario recorrió «Los Universos Judíos de José Gurvich», exposición imperdible que se exhibirá hasta el 20 de septiembre. Los tres pisos del Museo, ubicado en Ituzaingó 1377, albergan las noventa obras provenientes de coleccionistas privados, de la familia del artista y de su colección permanente. Bajo la curaduría de Alicia Haber, autora junto a otros especialistas de un libro de próxima aparición sobre el tema, se pueden apreciar diferentes abordajes de la cultura judía a través de soportes y técnicas que Gurvich (1927-1974) desarrolló como creador prolífico.

Hay muchos períodos en su pintura, un comienzo marcado por el Constructivismo, «siempre tengo el compás en el ojo de tanto Constructivismo», ortodoxo, muy ajustado a las reglas estrictas de Torres García, «hay que servir la regla», y otros, «con un pie afuera», más personal, como acota su esposa Julia Añorga, conocida como Totó, con la que se casó en 1960; una historia de amor y de fe en el arte de la que es celosa guardiana.

De allí la importancia del «Mural Constructivo» (bajo relieve, yeso, 1963) y «Constructivo con Sol» (óleo sobre arpillera, 1962), con los que se abre la muestra, y poder leer ese universo de signos ubicados frontalmente, que más tarde, gracias a su rebeldía, devendrán en un mundo fantástico.

«El mundo de la imaginación me ha conquistado. Mi imaginación explotó. Circula incontrolable», así explicaba Gurvich esa suerte de ruptura, que cuando se observa su obra, nunca fue absoluta. Y es así como debe abordarse su producción de temática judía iniciada en ocasión de su primer viaje a Israel en 1955, que se prolongó tanto en el Cerro montevideano, en Nueva York, sus tres viajes a Israel y sus períodos en el Kibutz Ramot Menashé.

Los tópicos esenciales, el kibutz, Adan y Eva, festividades, escenas del Génesis, recuerdos del shtetl (aldea) lituano -debe recordarse que Gurvich nació en Lituania y en 1931 la familia emigra a Uruguay ante la crisis de la Segunda Guerra Mundial-, son tratados por este artista mayor con gran inventiva.

Es tal la riqueza visual de su obras que exige demorarse ante ellas para ir analizando el vértigo de las formas intrincadas, para poder reconstruir un universo donde se prioriza el ser humano, el amor a la vida, la pareja, su experiencia como pastor de ovejas, épocas bíblicas, referencias a sus pintores admirados, escenas de su país natal, ángeles, una conjunción de sueño y realidad. Ensambló estos temas mediante un complejo abigarramiento, figuras humanas desafiando la ley de gravedad, total libertad de formas.

Entre toda esta obra poética, atemporal, universal, se destaca el famoso óleo sobre madera «Homenaje al Kibutz Ramot Menashé» (1970), realizado para su comedor, cae en forma de cascada, presidido por el ojo de Dios, un canto a la alegría en el que están sus habitantes, familia, costumbres, paisaje, labores.

«El mundo del Kibutz» es una témpera notable, con figuras bíblicas, el abrazo fraterno, los árboles con sus ramas mínimas y donde se posan los pájaros, imagen que se va a repetir en varias obras en las que se enfatiza la gracia y el humor.

Otro tema recurrente es la pareja, que para Gurvich simboliza la armonía. Son notables «Javer y Javerá», yeso pintado y tallado (1968), o «Pareja Cósmica» (1972/73), óleo cuyo color tiene mucho que ver con sus maravillosa cerámicas escultóricas de fines de los 60, así como el óleo sobre yeso y madera (1965) un relieve con volumen, con un ramo de flores pintado, la imagen de la ternura a pesar del rústico material.

Las festividades del Shabat, Januca, Pesaj, Shavout, Sucot ocupan también un lugar preponderante con figuras redondeadas, voluminosas, que flotan, de cromatismo anaranjado, ocre, además de los elementos de la liturgia judaica.

Gurvich era un artista, no un pintor, pintaba, esculpía, dibujaba, hacía murales, escribía, tocaba el violín y la flauta. Su afán, según Totó, era «dejar la impresión digital lo suficientemente fuerte como para vencer a la muerte, al olvido, a la nada».

Paralelamente, medio centenar de obras que constituyen la exposición «Canción de la pintura», título tomado de una frase del artista y que se exhibe en la Galería Oscar Prato (Paraná 743, Montevideo), completa la visión de este artista trascendente que falleció en Nueva York a los 47 años.

Publicado en Ambito Financiero

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