28 octubre, 2014

Enrique Rocca para el Centro Cultural Recoleta

Por Laura Feinsilber

En un libro sobre Estética Taoísta leí que “la poesía china se caracteriza por la reticencia, el poeta sugiere sin decir del todo”.

Pensamiento que puede aplicarse a esta serie de dibujos de Enrique Rocca.

¿Cómo ha llegado el artista a este estadío? Sabemos que ha pasado por distintos “ismos”, abordado distintas técnicas así como distintos temas.

En su haber hay carbonillas, óleos negros de calidad fotográfica. Como argentino, no esquivó la milonga, las escenas urbanas sugeridas, puertos con intento de pinceladas quinquelianas, paisajes que combinan la abstracción y lo figurativo, otra vez escenas urbanas en las que el pincel apenas roza la tela, vistas a través de una gasa que las hace despojadas, retratos, interiores abocetados que evitan el detalle realista, es decir, va dejando sus huellas sobre la tela o el papel demostrándonos la importancia que tiene en su vida el acto de pintar.

En esta serie hay un gran espacio, un vacío, tratado no como algo que hay que llenar sino como aquello que va a dar nacimiento a la forma.

En ese espacio, Rocca instala al hombre. Ha capturado el instante en el que éste se detiene, en el que corre, en el que camina acompañado por el ser que ama, fundiéndose en un solo ser.

La huella que deja se asemeja al borde de una sombra.

¿Qué hace Rocca en esta serie?

Pintar cosas invisibles porque al observar estas figuras podemos imaginar lo que sienten, piensan, viven, es la fuerza interior que emana de estos trazos mínimos, espontáneos, que no pueden ser corregidos y en los que Rocca abandona trucos pictóricos.

Ha pintado en estilos diferentes, en momentos diferentes. Después de haber desplegado diversas imágenes con destreza y hasta cierta exuberancia, esta expresión actual lo muestra en ese inasible espacio espiritual en el que el artista ha puesto orden en su pensamiento, encuentra calma y suavidad.

De apariencia simple, estas imágenes causan una quieta impresión en el contemplador.