3 noviembre, 2013

Prólogo Fernandez Riva

Por Laura Feinsilber

La construcción en la obra de María Fernández Rivas era, hasta hace un tiempo, más rígida, el negro enfatizaba la geometría intrínseca de los objetos ya sea en bodegones, puertos, una visión frontal, primeros planos, en una imagen muy ceñida a la tradición rioplatense.

Es en el Taller del Sur dirigido por Alberto Delmonte donde se identificó con las bases de la pintura constructiva, la que remite a una realidad bien precisa, a un tiempo en el que se vive, que todo esté dentro de la ley de frontalidad, que todo esté dentro del ritmo, que se opere con elementos concretos, el plano, la línea y el tono local.

¿Pero esto no suena a Torres García? Por supuesto, ya que Delmonte fue un heredero de las teorías del maestro, un analista intenso de los principios torresgarcianos.

Cito a Georges Steiner: “las referencias conscientes o inconscientes, miméticas o polémicas, son constantes en el terreno artístico. El arte se desarrolla por la oblicuidad de la reflexión del arte y sobre el arte que lo ha precedido. Esta reproducción interior de las representaciones precedentes y las modificaciones que un artista logre, hará que elabore lo que aparece como la más espontánea, la más realista de sus visiones”

Esto le sucedió a Delmonte como artista, pero nunca quedó prisionero de las enseñanzas, hoy quizás muy dogmáticas de Torres García. Como maestro, uno de sus grandes logros es haberles inculcado la libertad a sus discípulos.

Es por esto que María exhibe su necesidad interior de cambio, de transformación, respetando el oficio cimentado en un taller que es “centro de irradiación, de convergencia, de amistad y de solidaridad”.

Un recorrido por las obras de diferentes técnicas en esta segunda muestra individual, permite ingresar en un mundo lúdico con algunos vestigios circenses, algún recuerdo de infancia de bicicletas o juguetes, barriletes, un faro nostálgico, una escalera, elemento muy caro a la simbología constructiva.

El negro ha desaparecido, el azul puede asociarse a lo acuático, María combina los colores con elegancia, racionalmente.

La conjunción de estas imágenes bellamente realizadas contradice una muy común reflexión acerca del arte hoy, muy entroncado con la definitoria, casi excluyente palabra “contemporáneo” que “gira alrededor del vacío de la imagen, que casi no suscita una mirada porque no nos concierne”, como lo señala Jean Baudrillard en “El Complot del Arte”.

Pintura ante la que no se debe pasar con apuro porque permite mirarla y verla, porque permite la ilusión.

Publicado en Ambito Financiero